En el pequeño pabellón de invitados que Glenn Murcutt proyectó y construyó no muy lejos, pero tampoco demasiado cerca, de su casa en Kempsey, Australia, en 1992, el arquitecto australiano consigue acercarse, más que en ninguna otra de sus obras, a aquel misterioso arquetipo alrededor del cual orbita buena parte de su arquitectura. En la cabaña de Kempsey, Murcutt es, asimismo, capaz de aunar en un interminable juego de espejos lo mítico con lo popular, lo primitivo con las más modernas tecnologías, el pasado y el presente, el trascendentalismo con el pragmatismo, dentro de una arquitectura que, guardando una prudente distancia con respecto a la naturaleza en la que se enclava, es capaz de convivir con ella desde su profundo conocimiento y respeto.