La reconstrucción del viaje del escultor Jorge Oteiza desde Irún hasta la Exposición Universal de Bruselas (Bélgica, 1958) permite establecer qué arquitectura visitó, gracias al material documental conservado en su archivo. El objetivo es determinar la influencia de estas experiencias arquitectónicas en sus ideas y proyectos. En la Exposición reconoce en el Pabellón de Finlandia, obra de Reima Pietilä, el modo de integración del arte y de la arquitectura que él defiende; pero rechaza pabellones basados en alardes estructurales (pabellón francés), aquellos que se apoyan en una trasparencia total (pabellón alemán) o los montajes artísticos que impliquen luces, sonidos y movimiento. Se establece la influencia directa del Pabellón de Austria, obra de Karl Schwanzer, en el proyecto arquitectónico que estaba desarrollando en ese momento, junto con el arquitecto Roberto Puig, para el Monumento a Batlle en Montevideo. De este modo, se constata la conexión de Oteiza con la arquitectura durante los años cincuenta, no solo como colaborador, sino como creador, puesto que desarrolla procesos creativos, tanto escultóricos como arquitectónicos, que parten de cuestiones y referencias arquitectónicas descubiertas en su viaje a la Expo’58 de Bruselas.