A lo largo de la cultura islámica se han producido soluciones espaciales de enorme riqueza arquitectónica y refinamiento estético, que no necesariamente material. El baño o hammam es con probabilidad uno de los más singulares. Procedente de las pautas establecidas por las termas romanas, estos baños se convirtieron en salas fundamentales de la vida social del mundo islámico. Cabría destacar en España ejemplos tan relevantes como los Baños de Alí en Jaén del siglo X, el Bañuelo del Albaicín en Granada del siglo XI, o el más representativo de todos ellos, el Baño de Comares en el palacio-fortaleza de la Alhambra del siglo XIV. Todos ellos se caracterizan por sus bóvedas perforadas a modo de grandes moldes de luz que, si bien cumplían una misión funcional como la de introducir luz natural y regular la temperatura y la cantidad de vapor de agua en el interior, también transformaban por completo el espacio por medio de la luz y las sombras, haciendo de estas salas lugares muy característicos de su propia cultura.El hammam del Baño del Palacio de Comares, también conocido como Baño Real por haber sido de uso particular de los Reyes Católicos, se remonta a la época de Yusuf I (1333-1354). El Baño Real o de Comares constituye uno de los espacios de mayor interés dentro del conjunto de la Alhambra, con uno de los hammam en mejor estado de conservación hasta la fecha en Occidente, prácticamente íntegro a pesar de algunas modificaciones estructurales y un mantenimiento más testimonial que funcional.Podríamos asumir que el baño del Palacio de Comares se experimenta desde una doble estrategia: la del estatismo del baño como espacio consolidado y no cambiante, relacionado por su masa y la condición original de la tierra de la que surge y sobre la que se asienta, que se infunde de vida al ser intervenida por la luz escenográfica del filtro de sus bóvedas; y la del movimiento establecido, del recorrido del visitante en el marco permanente de la masa continua en la que se perforan los huecos que enlazan con el exterior.